Un punto azul pálido

No me resisto a reproducir un texto que escribió Carl Sagan en 1994, inspirado en la foto que tomó la sonda espacial Voyager I en 1990, para recordarnos la fragilidad de nuestro pequeño planeta.

Las palabras del doctor Sagan nos permiten tomar distancia de los problemas que a veces nos agobian, para darles una dimensión más adecuada. En comparación con la infinitud del espacio vacío que nos rodea, el pequeño planeta que habitamos es una balsa a la deriva, en el que la vida se sostiene gracias a delicados equilibrios. Acostumbrados a las comodidades de nuestro estilo de vida, que no queremos perder, los prejuicios y egoísmos nos impiden llegar a acuerdos. Lo hemos vivido en la reciente cumbre del clima de Madrid: la humanidad se enfrenta al abismo de una crisis civilizatoria, por múltiples razones climáticas, energéticas, económicas y políticas que podrían conducirla a una probable extinción, en paralelo a una extinción masiva de especies.

Vale la pena contemplar el problema de nuestra vida en la Tierra con una perspectiva amplia, como un milagro excepcional que podría irse al traste . Vale la pena emprender la transición para mantener con vida nuestro pequeño planeta que de otro modo, pase lo que pase seguirá, indiferente, deslizándose por el espacio vacío.

La Tierra desde el espacio exterior
La Tierra es ese punto de luz, entre blanco y azulado, situado en la franja marrón de la imagen. La fotografía fue tomada a una distancia de 6000 millones de kilómetros de la Tierra por la Voyager 1 en 1990.

«Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él, todos los que amas, todos los que conoces, todos de los que alguna vez escuchaste, cada ser humano que ha existido, vivió su vida. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, niño esperanzado, inventor y explorador, cada maestro de la moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió ahí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que en su gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de ese punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina del punto sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra importancia imaginaria, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo… es desafiada por este punto de luz pálida.

Nuestro planeta es una solitaria mancha en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos. La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Asentarnos, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una formadora de humildad y carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de los conceptos humanos que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos mejor los unos a los otros, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que siempre hemos conocido.«

Carl Sagan, 1994

Luis González Perez

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